Ago 23, 2021 Servicio de noticias POLÍTICA
La fiesta clandestina en Olivos compensada con la de Carrió es la prueba de una clase política al borde de quebrar la tolerancia social.
‘La gente tiene bronca con los políticos’, dijo el precandidato a diputado nacional por Juntos por el Cambio y dirigente industrial sanjuanino, Gustavo Fernández, la semana pasada en Banda Ancha. Fue una de las conclusiones de sus primeros días de contacto cara a cara, en contexto de campaña electoral. El clima social no está bien. La tolerancia ha llegado a un límite después de un año y medio de pandemia, con inflación galopante y, para colmo, gestos de desprecio de la clase dirigente. ‘Por lo menos no nos putean’, dijo un referente del justicialismo de la Capital de San Juan, consultado también sobre el termómetro de la calle.
Los gestos de desprecio están sintetizados en las fiestitas clandestinas de la Quinta de Olivos y también en el cumpleaños de Elisa Carrió, otrora faro de la moral de la Nación. Ambas celebraciones se llevaron a cabo en pleno confinamiento, mientras familias enteras dejaban de verse, presas del temor por el discurso oficial acerca de los contagios y las muertes. Los abuelos, las abuelas, ya no recibieron abrazos de sus nietos porque era lo aconsejado por las autoridades. Hubo confianza. Hubo altísimos niveles de acompañamiento. La celebración en la residencia presidencial fue una cachetada al esfuerzo colectivo.
La oposición salió a marcarlo, como era de esperar. Hubo una agresiva escalada política. El presidente Alberto Fernández pidió disculpas. Quien suponga que con ese gesto iba a ponerle punto final a la disconformidad, no entendió nada. Pero pasaron los días y aparecieron las fotos de Lilita, con una multitud en su casa, con mariachis y baile hasta las 3 de la mañana. Ídem Fabiola y compañía. Doble estándar o cara de piedra, como cada uno prefiera.
Entonces sí, es lógico que Gustavo Fernández haya notado el descontento de los sanjuaninos y las sanjuaninas en sus caminatas. Y que los militantes peronistas crucen los dedos cada vez que un vecino los recibe educadamente. Pero en el fondo todos saben que llegó el límite. Hay un agotamiento y la política tiene el enorme deber de enderezar el rumbo, porque cada vez que se alcanzó el límite, vino el estallido. En este sentido, tuvo tono de profecía, más que de amenaza, lo dicho por Juan Grabois hace un par de semanas en provincia de Buenos Aires.
Cuando se agota la paciencia, las razones pueden perder peso. Si Juntos por el Cambio fracasó cuando le tocó gobernar, si dejó un piso inflacionario de 50 por ciento anual, si dejó vencer vacunas, si paralizó la construcción de hospitales, si le bajó el rango al Ministerio de Salud, si desfinanció el aparato científico nacional, si endeudó el país por los próximos 100 años… seguirán siendo argumentos del oficialismo para sostenerse pese a sus propios errores. Al ciudadano común, la historia reciente y la herencia no le llenan la heladera. Si todo esto se le suma el desprecio de una fiesta clandestina en Olivos en pleno confinamiento, no hay explicación que valga.
El problema para el sistema democrático es que en frente la opción también tiene agujeros por todos lados. Al fracaso de la gestión que apostó por la timba financiera y achicó el aparato productivo, incrementando los niveles de pobreza e indigencia, se le sumó también el mismo desprecio por el esfuerzo colectivo, con las fotos del festejo de Carrió y amigos. Según trascendió, también estuvieron invitados Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Entonces, claro que hay motivos para cuestionar los fracasos de la gestión del Frente de Todos, pero primero hay que tener foja limpia. Y este no parece el caso.
No le pidan al trabajador, al almacenero, a la ama de casa que hagan de cuenta como si no hubiera pasado nada, porque sería insultar la inteligencia colectiva. Por supuesto habrá grupos duros que saldrán a bancar los proyectos confrontados en esta elección. Habrá militancia legítima de uno y de otro lado. Pero tendrán que entender que en el medio hay una masa enojada y es la que habitualmente define en el cuarto oscuro. El problema en esta oportunidad es que tiene razones para cerrarles la canilla a todos. Y eso es preocupante, porque se pone en crisis el sistema.
El presidente Fernández llegará este lunes a San Juan y habrá un operativo muy restrictivo para cuidarlo, como es natural. Este domingo, la provincia se limitó a reproducir el comunicado emitido por Nación, con la agenda genérica prevista. Una visita a la fábrica textil Vesuvio -un clásico- y una recorrida por las viviendas en construcción comprometidas luego del terremoto del 18 de enero. Producción, generación de empleo genuino, inversión privada y obra pública, serán los ejes de una visita con alto contenido político a solo 20 días de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias.
Sin embargo, su gestión todavía cargará a cuestas con el peso de la foto de la fiesta clandestina en Olivos. Que pueda compensarlo con las fotos de Lilita, porque Juntos por el Cambio también pecó de soberbia, es más penoso aún.
Fuente: Canal 13 TV SJ
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