May 23, 2021 Servicio de noticias SAN JUAN, SOCIALES
Muchas veces se contaron casos de hombres violentos. En este hecho ocurrido en 1972, la protagonista fue una mujer mendocina que siguió a su esposo hasta San Juan y atacó a tiros a la joven que lo acompañaba en pleno centro de la Capital provincial.
Por Walter Vilca
Los estruendos aturdieron la agitada mañana de ese lunes. Todo se tornó más aterrador y confuso por la seguidilla de disparos en plena avenida Ignacio de la Roza, en el centro mismo de la Capital sanjuanina. Un tiroteo entre ladrones y policías, especularon algunos. Otros pensaron que podía tratarse de un loco desquiciado que andaba armado. Pero cuando por fin cesaron los tiros, vieron a una chica herida en el piso y a otra mujer que temblaba sosteniendo un revólver en una de sus manos.
La escena parecía sacada de una película, pero no. Resultó ser el epílogo de una historia de engaños de un marido infiel, de la furia desatada por una esposa despechada y de la triste aventura de una joven amante que pagó las consecuencias de los desencuentros de ese matrimonio. El dato es que los tres eran mendocinos, pero sin duda, su corta visita en la provincia concitó la atención de todos los sanjuaninos la calurosa mañana del 7 de febrero de 1972.
En estos dramas de la vida siempre hay un culpable, ese fue Florentino Humberto Zalazar. Un mendocino de 40 años que tenía negocios y también ojos para otra mujer que no fuese su esposa, Zenona Yolanda Becerra. La tercera en discordia era una joven de 23 años llamada Irma Nuarte que, por ese tiempo, había iniciado un romance con el hombre casado.
Los tres vivían en la ciudad mendocina de San Martín y todo hace suponer que Zenona sabía de las picardías de su esposo con esa joven. Él no lo percibió o subestimó a su mujer. Así fue que el domingo 6 de febrero de 1972, el hombre anunció a Zenona que debía viajar a San Juan a cerrar una transacción comercial en una inmobiliaria. Eso sí, le dijo que partiría esa misma tarde en su auto para pasar la noche en la Capital sanjuanina y realizar el trámite a primera hora de la mañana del lunes.
La esposa no puso reparo, pero sospechó que Florentino no contaba toda la verdad. Es que era extraño. San Juan capital no estaban tan lejos, además iba en auto y llamaba la atención la curiosa intención de pasar la noche en un hotel. Porque no planeaba quedarse en casa de un amigo o un conocido.
Florentino Zalazar salió esa tarde de Mendoza con destino a San Juan. Zenona no se convenció, la desconfianza la carcomió y se apoderó de ella. No pegó un ojo en toda esa noche y dio vueltas en su cama pensando en qué estaría haciendo su esposo y con quién. A lo mejor estaba enterada que no venía solo. Esa obsesión hizo que se levantara al amanecer y fuera a la terminal para abordar un colectivo que la trajese a San Juan capital. Vino decidida y dispuesta a todo. En su bolso metió un revólver marca Italo calibre 22, con el tambor cargado de balas.
Su esposo había pasado una noche de enamorados junto a la joven de 23 años en un conocido hotel de calle Entre Ríos, cerca de Santa Fe. Ni se le pasó por la mente que esa mañana del lunes su mujer estaba llegando a San Juan. Zenona no sabía en qué hotel se hospedaba su marido, pero tenía la dirección de la inmobiliaria adonde debía ir. De modo que se dirigió a dicho negocio situado en avenida Ignacio de la Roza, entre Catamarca y Sarmiento, y se apostó en las cercanías aguardando el arribo de su marido. No quería que la viera, así que se ocultó con disimulo para ver con qué se encontraba.
Minutos antes de las 10 de la mañana del lunes 7 de febrero de 1972, apareció el Ford Falcon de Florentino Zalazar. Este estacionó a metros de la inmobiliaria. Zenona observó que su marido no andaba solo, a su lado estaba Irma Nuarte. Dejó que su esposo descendiera del coche y entrara al local. Segundos más tarde encaró con furia hacía allí. Pero no fue a buscarlo a él, se paró al costado del auto e increpó a la joven con rostro de mujer enfurecida.
No se sabe qué le dijo, pero no fue nada amistosa. Ahí mismo Zenona Becerra sacó el revólver y se armó el descalabro. Los tiros retumbaron. Irma bajó del auto como pudo y empezó a correr en medio de la balacera. Las personas que transitaban por la zona no entendían nada, todo era caos. El desconcierto duró lo que la esposa de Zalazar tardó en descargar su revólver.
Para entonces Irma Nuarte ya estaba en el piso herida de bala. Los otros disparos pasaron a centímetros de su humanidad. Ahí también apareció Florentino Zalazar, que procuraba calmar a su mujer que se encontraba atónita y envuelta en una crisis de nervios con el revólver aun humeante. Los policías que llegaron la detuvieron de inmediato y le quitaron el arma.
Irma Nuarte fue trasladada de inmediato a la guardia del Hospital Guillermo Rawson. Se salvó porque el único impacto de bala que recibió dio en su clavícula derecha y no afectó ningún órgano vital. Mientras tanto, la comisión policial al mando del comisario Heberto Luna llevó a Zenona y a su esposo a la sede de la vieja Seccional 1ra. La mujer no tuvo empacho en confesar que había querido matar a la joven, pero le falló la puntería. Zalazar seguramente no sabía dónde perderse, era el responsable de toda la lamentable situación.
Zenona Becerra quedó presa acusada del delito de homicidio en grado de tentativa. Posteriormente cambió su versión inicial y declaró que, en realidad, su intención no era asesinar a la joven sino sólo darle un escarmiento por involucrarse con su marido. Eso permitió el cambio de calificación, de intento de asesinato por el de abuso de arma, y aparentemente le concedieron la libertad. Eso no está claro. Los registros judiciales revelan que recién en septiembre de 1977 fue sometida a juicio por la jueza Mirtha Ivonne Salinas de Duano en el Segundo Juzgado en lo Penal.
Estaba a la vista que no se trató de una acción intimidatoria. El hecho de haber disparo hasta dejar sin balas el revólver y por cómo se dio el ataque en pleno centro sanjuanino, incluso su inesperada llegada a la provincia, señalaba a las claras que la idea de Becerra fue asesinar a la chica. La jueza quizás tuvo compasión y sostuvo la calificación. Tomo en cuenta “la carencia de antecedentes, el arrepentimiento demostrado por la imputada y su confesión”, según se destaca en la sentencia dictada el 22 de septiembre de 1977. La condenó, pero a la pena de 1 años y 6 meses de prisión por el delito de abuso de arma. Es decir que Zenona Becerra de Zalazar no fue a la cárcel.
Queda a la imaginación lo que sucedió después con la mujer, su marido infiel y su joven amante. Ellos volvieron a Mendoza, pero su pasó por San Juan escribió un capítulo más de los hechos policiales que conmocionaron en la década de los 70.
Fuente: Diario Tiempo de SJ
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