Jul 25, 2021 Servicio de noticias SAN JUAN
El 26 de julio de 1995, San Juan volvió a ser ese territorio rebelde con pobladores que protagonizaban revueltas y sangrientas peleas, algunas que terminaron con cambios sociales y otras, que se transformaron en un acto de resistencia popular. El sanjuaninazo se gestó por goteo. Un paquete de medidas de ajuste anunciadas por el gobierno de Jorge Alberto Escobar, el costo de mantener el “uno a uno”, un desempleo que superó el 16% en San Juan y un sindicalismo potente generaron una bomba de mecha corta, que terminó explotando en julio, en pleno corazón del centro.
Por primera vez, los protagonistas del sanjuaninazo contaron en primera persona cómo empezó ese 26 de julio. Detalles no conocidos, anécdotas exquisitas y escenas que quedaron grabadas para siempre en sus memorias, hoy son reveladas por Tiempo de San Juan.
En cuatro horas, representantes gremiales tomaron edificios de la administración pública, la gente se plegó a la bronca sindical y hubo batallas campales en distintos puntos de la Capital. En la plaza 25 de Mayo se produjo la quema de la «chancha» de la Policía, único sector estatal no afectado por el recorte salarial. En apenas unos minutos, ese vehículo, emblema de las detenciones por ir contra la ley, terminó hecho añicos con una horda destrozando las ventanas y lo poco que quedaba de aquel símbolo de las fuerzas policiales y la gobernabilidad.
El 29 de diciembre de 1994 Jorge Escobar reasumió como gobernador de San Juan luego de que fuera separado del sillón de calle Paula por un juicio político que lo encontró culpable de usar maquinaria y personal estatal para un proyecto edilicio personal. En el primer trimestre de 1995, el clima político provincial giró en torno a las elecciones previstas para mayo. Escobar consiguió un amplio respaldo en las elecciones, fue reelecto con el 47,9% de los votos. Fue este apoyo masivo el que llevó a su arco dirigencial a pensar que iban a contar con el respaldo político suficiente en la Cámara de Diputados para aprobar con aval legislativo un ajuste generalizado que contemplaba una reducción salarial para los empleados públicos.
“Se acabó la fiesta”. Estas fueron las palabras que usó Escobar en una entrevista brindada a Diario de Cuyo a principios de 1995 para referirse al plan de ajuste que promovía en la provincia. En dicho ida y vuelta con el medio gráfico, instó a ganar menos porque lo “importante es mantener las fuentes de trabajo”. Por último, les pidió a los sindicatos que asumieran el “papel de adultos” que les correspondía.
La gran reforma que proponía Escobar pasaba por adecuarse a la Ley de Convertibilidad, un paquete normativo que impulsó el ex presidente Carlos Menem. Este período, conocido popularmente como el “uno a uno”, obligaba a las provincias a cancelar sus deudas con fondos genuinos impidiendo la utilización del recurso inflacionario (emisión de moneda). La estrategia gubernamental de San Juan pasó por advertirles a los trabajadores estatales, nucleados en sindicatos de fuerte extracción peronista, que la alternativa era aceptar «una disminución salarial solidaria y equitativa» o el despido de empleados públicos. Además, se privatizaron empresas de servicios, como fue el caso de Servicios Eléctricos Sanjuaninos (SES) y se efectivizó la transferencia de la caja de jubilaciones.
Escobar señaló que la baja de sueldos debía realizarse por la crisis de desfinanciamiento que afrontaba por aquel entonces la Provincia. De fondo, el problema era político e ideológico. Durante los dos años que el ex gobernador fue apartado de su cargo y quedó al frente su vice, Juan Carlos Rojas, hubo cambios en los esquemas financieros y se produjeron modificaciones sustanciales.
En 1994 Rojas, de tradición justicialista, subió los sueldos y los gastos del Estado. Lo pudo hacer también porque la Nación pagó una deuda histórica que mantenía con la Provincia. Cuando Escobar volvió al sillón de gobernador, no tuvo esas partidas extra y según indicó, era imposible ajustarse a la convertibilidad menemista sin realizar una poda salarial. Allí fue que se popularizó su frase “se acabó la fiesta”.
La relación entre Escobar y los gremios del sector público siempre fue tensa. Funcionaba como una caldera que se iba calentando a fuego lento y explotaba regularmente. Frente a las propuestas de ajuste anunciadas por el ex gobernador, se conformó el Frente Social para el Cambio y la Resistencia, integrado por ATE, UDAP, ATSA y Jubilados. Operaba junto a este Frente Social la Multisectorial, una organización que reunió al Colegio Médico, al Colegio de Bioquímicos, el Círculo Odontológico y a las enfermeras universitarias agrupadas.
El plan de ajuste salarial propuesto por Escobar, enviado a la Cámara de Diputados, incluía una reducción del 20% de los haberes de los agentes públicos. En la Legislatura, la Ley de Emergencia Económica, Financiera, Administrativa y Previsional fue aprobada en junio del ’95 por 27 votos a favor y 13 en contra. El cuerpo normativo autorizaba la reducción salarial, promovía racionalizar los poderes legislativos, judiciales y municipales, posibilitaba modificar el régimen de la Dirección General de Rentas con penas a evasores y suspendía los juicios con sentencia.
Fue gracias al respaldo de esta ley que el gobierno de Escobar pudo recortar los sueldos de los empleados públicos entre un 20% y un 30% -dependiendo de su escalafón-. Y en el mismo mes, Escobar y sus ministros anunciaron que el sueldo y el medio aguinaldo de junio iba a ser pagado en cuotas.
El clima social se tensó al límite. Los docentes agremiados en UDAP decidieron no empezar las clases. ATE paró e instaló una carpa blanca en la Catedral. La crispación se palpaba en las calles. En la Cámara de Diputados la situación social no pasó desapercibida y el 17 de julio, apenas un mes después de que aprobó la normativa que permitió recortar salarios, sancionó otra ley que prohibía la reducción salarial.
Sin apoyo legislativo, todo el equipo del Ministerio de Economía y de Hacienda y Finanzas se abocó a elaborar los decretos para efectivizar el plan de ajuste anunciado. En los medios, Escobar dijo en un encendido discurso: “Si es por adoptar actitudes populistas y demagógicas, yo quisiera ser el abanderado en tomarlas, porque esto le cae muy bien a cualquiera”.
Diez días antes del «sanjuaninazo», Diario de Cuyo quiso entrevistar al ministro de Coordinación, Roberto Esteso; al ministro de Economía, Raúl Benítez y a su segundo, Francisco Alcoba, pero ninguno respondió a las consultas. En la edición del 16 de julio, se publicó un esbozo de los decretos 48, 49, 50 y 51, que disponían la depresión salarial a partir de julio. El equipo técnico trabajó contra reloj para que el sueldo depositado el último hábil de julio sea con la reducción aplicada.
Al abanico de problemas que se registraban en el sector público, se le sumó el efecto Tequila en el ámbito privado. Por aquellos días, los títulos en los diarios informaban los índices de desocupación, que en San Juan alcanzó su pico en 1995 con un 16,8%. Los funcionarios del Ejecutivo provincial ataron las tasas de desempleo al “incremento de gente joven que busca trabajo” y al crecimiento demográfico.
No fue una sorpresa que los sindicatos que representaban a los trabajadores estatales de distintas ramas se opusieran a todas las medidas dispuestas por el gobierno de Escobar, que terminaron saliendo por decreto. Héctor Sánchez, de ATE, pidió un cambio del rumbo económico de la provincia; Ana María López de Herrera, de UDAP, le apuntó a Escobar y al pedido de solidaridad con el que exhortó a los empleados públicos a ganar menos. En igual sentido se expresaron los dirigentes de ATSA. Por su parte, la CGT, que tenía al frente a Jorge Luis Sánchez, se mostraba más dispuesta a compatibilizar el plan económico gubernamental, aunque implicara recortes.
Entre el 7 de julio y el 26, hubo reuniones con los gremios pero no llegaron a buen puerto. El 21 de julio, los policías cobraron sus haberes sin recortes, a diferencia del resto de los estatales. El 23, los jubilados se quedaron sin cobrar y hubo un importante reclamo en el centro sanjuanino. El Gobierno dijo que se produjo un error en la confección de las planillas de pago.
En este contexto, los docentes comunicaron que tras las vacaciones de invierno las clases no se iban a reiniciar en San Juan. Incluso, hubo afiliados que tomaron el Ministerio de Educación en colaboración con otros empleados del Estado. ATE, como figura gremial más potente dentro del Frente Social, continuó con la carpa y las huelgas de hambre en la puerta de la Catedral.
La olla presión estalló el 26 de julio. No hubo demasiada planificación para que pasara lo que terminó sucediendo esa jornada, que se bautizó el “sanjuaninazo”.
¿Cómo una protesta de empleados públicos pasó a ser un estallido social llamado sanjuaninazo? Por primera vez, sus protagonistas contaron cómo arrancó ese 26 de julio de 1995. Eloy Camus fue uno de los cinco dirigentes que tomó el edificio 9 de Julio, donde funcionaba la mayor parte de las reparticiones públicas de la provincia.
El 25 de julio los ánimos estaban muy caldeados. Hubo una asamblea en el Hospital Rawson, en donde se habló de tomar el edificio 9 de Julio, Hidráulica y el Obrador de Arquitectura. Las intenciones se terminaron transformando en una acción directa.
“Fuimos tempranito el 26 de julio para tomar el edificio 9 de Julio. Éramos cinco: Jorge Riveros, secretario administrativo de ATE; Pedro Ríos, Silvia Gallardo, Claudia Cantoni y yo. En Rentas, en la planta baja, hicimos la asamblea. Les dije a todos que las maestras tenían más ovarios que nosotros y les pedí que no dejaran entrar ni salir a nadie del edificio. Fueron y le metieron un candado en la puerta al 9 de Julio, una cadena de las bicicletas. Justo Alfredo Duarte -de ATSA- con su gente venía, se quedaron en la puerta del Ministerio de Salud Pública -que funcionaba por calle Rivadavia- “, comenzó relatando Camus.
El ex dirigente sindical recuerda todo con lujo de detalles. Adentro del edificio 9 de Julio tomado sintieron un par de tiros en Salud Pública. Los cinco que tomaron el edificio se fueron corriendo hacia allá, asegurándose que el 9 de Julio continuara al mando de los trabajadores. “Me quedé yo con los afiliados de ATSA y le dije a la Claudia y a la Silvia que vayan al Obrador de Arquitectura y a Hidráulica, que ya habían cortado las calles. Nosotros estuvimos resistiendo ahí, en la Rivadavia, hasta que llegó la gente de Hidráulica. Yo quería meter la camioneta de ATE en la plaza 25 de Mayo pero los policías, que ya para ese entonces eran muchos, nos tiraron los perros. Era una batalla campal. No teníamos gente, la peleamos con la gente del café. Me acuerdo de un contador que estaba emperrado tirándole piedras a la AFIP”, detalló.
habían recortado los sueldos, menos al personal de las fuerzas de seguridad. Hubo enfrentamientos entre la policía y la gente en el edificio 9 de Julio y en el Obrador, pero la batalla más importante se dio en las cercanías a la plaza 25 de Mayo.
Para Eloy, la fuerza del sanjuaninazo radicó en la gente que no era empleada estatal y mostró su descontento en las calles. “La gente que era del pueblo, los del café de la plaza, mucha gente que pasaba les tiraba piedras a los milicos. El grueso de esos tipos se pone en la esquina de General Acha y Rivadavia, se cubrían con los carteles de la Coca Cola y los milicos descargaban las balas y cuando recargaban, la gente aprovechaba y los cagaban a pedradas. En eso llega la «chancha» de la Policía y los milicos la dejan sola, se bajaron para pegarle a los de ATSA en la Rivadavia y Mendoza. Yo voy corriendo con el encendedor en la mano y me agarra la María Silvia Martín para hacerme una nota, por supuesto lo puteo a Escobar y veo que la «chancha» quedó en la puerta de Castillo Color. Ahí la gente encontró una caja de los rollos de las fotos, la metieron adentro y la prendieron fuego. Yo mientras me estaban haciendo la nota veía como se estaba incendiando la «chancha», yo la quería quemar, pero me ganaron de mano”, recordó Camus.
Para apagar el incendio, llegó el camión de Bomberos, pero las piedras llovían sobre el vehículo y la «chancha se consumió. Hubo un rally de roturas: la vidriera de La Rueca fue destruida e incluso hubo un saqueo en un comercio. El objetivo fue siempre no abandonar la plaza: “Estamos tratando de no dejar la plaza. Los policías venían vestidos de civil, nos largaron los perros. Era imposible estar. Termino en la plaza Aberastain. El edificio 9 de Julio todavía estaba tomado, los policías trataban de abrirlo, pero desde arriba les tiraban botellas, de todo”.
Una de las personas que terminó detenida -pero por menos de diez minutos- fue Anselmo González. El hombre, radiólogo de profesión, le dedicó un baile a la policía. Fue trasladado en un patrullero a la Comisaría 1º y hasta terminó en la Terapia Intensiva del Hospital Privado.
González trabajaba en el hospital Rawson y en el ECI. Él llegó a la plaza 25 de Mayo porque escuchó el ruido de los tiros mientras estaba en su consultorio particular, ubicado frente al ex edificio de la Obra Social Provincia (Laprida casi Mendoza). Le llamó la atención ver en la puerta del local de ropa masculina The Sportsman a la Guardia de Infantería rompiendo las vidrieras.
«Al ver todo lo que estaba pasando, me fui a buscar a mi hermana que había salido a hacer un trámite a una sucursal del Banco San Juan. En eso, veo a una mujer que se cae y uno de los policías que estaba a su lado le empieza a descargar la ithaca. Corro, me abro la campera y me pongo de espaldas para que no le pegaran a ella. La llevé junto a otros compañeros adonde hoy está Bonafide», detalló.
Una vez que la mujer quedó protegida, caminó unas cuadras y vio que la «chancha» quedó sola, cerca de Castillo Color. Para él, los policías dejaron el vehículo sabiendo lo que iba a ocurrir, fue una forma de solidarizarse con el reclamo popular. En este punto, González decidió volver a su consultorio a buscar su auto. En el trayecto se encontró con unos amigos del D5, que le informaron que la policía iba tras sus compañeros de ATE, donde militaba.
«Decidí avisarles a los compañeros que estaban en el edificio 9 de Julio. Ahí me agarraron los de la Guardia de Infantería. Después de luchar contra ellos, uno me logra arrodillar y me pone una 9 milímetros en la cabeza. Pasó un auto de la policía y les dije que me llevaran a la primera. Por handy, les avisé a mis colegas del ECI -su otro trabajo- que mandaran ambulancias a la seccional porque estaba enfermo. Llegué a la comisaría y dos ambulancias estaban esperándome. Me fui trasladado al Privado», recordó.
En el sanatorio, lo recibió Nelson Campero. Como el médico, que después fue diputado, sabía que la Policía quería meter preso a Anselmo, mezcló orina con sangre para derivarlo a la Terapia Intensiva, donde pasó una noche.
«Cinco años después, parado en la plaza 25 de Mayo, veo a los mismos policías que nos reprimieron marchando para que les paguen deudas salariales que no fueron regularizadas. Uno se me acercó y me dijo: -Mirá, ahora reclamamos nosotros», concluyó el relato González.
El sanjuaninazo terminó con 11 detenidos y 20 heridos. Desde ese día, hubo protestas, pero ninguna como esa jornada de furia en la que se transformó el 26 de julio.
El ex gobernador Escobar calificó el sanjuaninazo como un acto de “vandalismo injustificable”. Y remató la entrevista que le hicieron en Diario de Cuyo diciendo: “Parece que hay muchos que no están dispuestos al sacrificio”.
El sanjuaninazo no fue el primer estallido social del país en la década del ’90. Antes se registró el “santiagueñazo” y el «jujeñazo», ambas explosiones populares producto de la crisis del modelo neoliberal en Argentina, impulsado por el ex presidente Carlos Menem.
En el país hubo entre 1989 y el 2002 5.268 protestas, siendo 1995 el año más conflictivo con 456 revueltas a nivel nacional.
Recientemente, Escobar fue entrevistado por Sebastián Saharrea y Daniel Tejada en Paren las Rotativas. El dirigente dijo que si una espina le quedó clavada fue no haber arreglado mejores condiciones salariales para los docentes. El análisis fue en perspectiva, recordando la lucha sindical de los maestros, que incluyó carpas blancas y marchas con velas a Casa de Gobierno.
El sanjuaninazo también dejó huellas profundas en el sindicalismo sanjuanino. El Frente Social se fragmentó y las negociaciones pasaron a ser individuales. La rebelión popular del ’95 fue el último gran estallido social made in San Juan, la tierra de Sarmiento, en la que se instaló en el entretejido colectivo que se trata de la tierra en la que «nunca pasa nada».
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