Mar 17, 2021 Servicio de noticias DEPARTAMENTALES, SAN JUAN
Cumple 78 años en el Día de la Memoria, pero vive prácticamente solo en una paraíso natural increíblemente olvidado. Nació y se crió en La Ciénaga, el área protegida (ley provincial Nº 7.640, sancionada en 2005) ubicada a 25 kilómetros de San José de Jáchal.
Ruperto Pérez vive de una pensión y de la crianza de animales en pleno campo. Padece insuficiencia cardíaca, tiene artrosis y una hernia abdominal, de la que no puede ser operado, por su avanzada edad.
Desde el sábado en la madrugada quedó aislado, en un paraje en donde no hay ni señal telefónica. La lluvia desbordó el Río Huaco. La descomunal fuerza de la creciente se llevó por delante un puente hecho con firmes pilotes de cemento y rieles de una nostálgica época en la que los pueblos se comunicaban por trenes. Quedó de rehén, en su propia tierra.
La Ciénaga sufrió la peor creciente en varios años.
“Si hay una emergencia no podrán trasladarlo, una ambulancia no puede entrar ahí”, dice un amigo de la familia, que prefirió el anonimato. Ruperto integra el grupo de mayores de 70 años que el Ministerio de Salud de la provincia empezó a vacunar contra el COVID-19 este lunes.
Ahora no sabe si podrá pasar para recibir la primera dosis de la Sputnik V, y si pudiera cruzar el río a caballo, arriesgando su vida, después tiene que trasladarse hasta la capital jachallera desde esa zona montañosa cercana al espejo del dique Los Cauquenes.
El hombre necesita construir un puente nuevo, pero no tiene los materiales y sus comorbilidades no le permiten hacer ese esfuerzo. Con él viven su hijo y su nuera. Aunque trabajan en San José y están en la casa sólo los fines de semana.
Un puente destruido tras las intensas lluvias en Jáchal.
Con importantes valores geológicos y arqueológicos, en una superficie de 9.600 hectáreas, La Ciénaga está camino a Huaco y este verano fue muy visitada por los sanjuaninos que prefirieron el turismo interno en tiempos de pandemia. También hubo programas de la televisión porteña que fueron a filmar en esos paisajes.
Allí viven unas 8 familias, pero los fines de semana son muchos más. Hay personas de la capital departamental y del Gran San Juan que tienen sus casas para descanso y van habitualmente a ese terreno de pliegues paleozoicos, cerros de distintos colores que tienen poco que envidiarle a los de Purmamarca, en Jujuy.
Pérez recorre desde niño las tierras rojizas de ese “santuario de aves”, en donde suenan a coro distintos tonos y el cielo es sobrevolado por pitojuanes, jotes, jilgueros, reina mora y zorzales, que bajan hacia las higueras, perales, chañares o tamarindos, en la inmensa vegetación de prepuna.
Paraíso olvidado
En esa reserva natural, que increíblemente no fue del todo explotada turísticamente, si alguien necesita hablar por celular tiene que caminar varios kilómetros hasta el dique para tener señal. Pedir una ambulancia en medio de una emergencia es casi imposible.
Por varias décadas no tuvieron agua potable y hace poco más de 10 años lograron que hicieran una obra en una vertiente. Pero algunos pobladores aseguran que al sistema le falta mantenimiento.
El mantenimiento de la red de agua potable es realizado por los propios pobladores del paraje.
“La gente de Ambiente, que está sobre la ruta, viene con los medidores que les dieron y el hipoclorito de sodio para el agua. Hacen lo que pueden, porque no son expertos“, dice el hombre que pidió reserva de su identidad y que lamenta que al control no lo haga OSSE (Obras Sanitarias Sociedad del Estado).
Esa persona contó que por falta de mantenimiento a veces sufren cortes en el suministro y tienen que ir los pobladores a recomponer el servicio. La vertiente se encuentra detrás de “un camino que está roto y se puede llegar sólo a caballo por una huella”. El agua recorre 5 kilómetros 600 metros por una cañería, a través de una pendiente.
Además de desarmar el puente de Ruperto, la creciente rompió una toma construida “a pulmón” por los habitantes de la zona para derivar el agua del río al riego de los cultivos. “Como no viene nadie a ayudarnos para esto, nosotros llevamos bolsas de afrechillo con piedras y tierras para hacer ese embalse. Enterramos, a martillazos, los palos y pusimos las bolsas, para que el cauce fuera por la acequia y poder regar casi toda La Ciénaga”, cuenta el hombre.
Así quedó la ruta N° 49, que comunica La Ciénaga con Huaco.
Perdieron todo ese esfuerzo por la lluvia y buscan que el Departamento de Hidráulica de la provincia los ayude a reconstruir el circuito de riego. “La creciente se llevó todo, ahora el embalse quedó embancado, hay que sacar 300 metros de material de arrastre, porque quedó totalmente borrada la acequia, y lo vamos a tener que hacer a pala con colaboración de todos los pobladores”, lamenta.
Ruperto, por su lado, hizo varios reclamos previos a la creciente para que lo ayudaran a construir un puente mejor, pero su voz pareció hacer eco en paredes vacías carentes de retroalimentación. “Está prácticamente solo”. A través de ese paso, del que ya casi no quedan rastros, los turistas podían pasar hasta una zona llamada “Los Morteritos”, de una riqueza natural única.
Pasando el río, a 200 metros de su casa, el único vecino que tiene se llama Jorge Aballay, un hombre que también tiene enfermedades crónicas. En esa casa vivía además el padre de Jorge, a quien un médico, en un acto de altruismo, le acercaba un tubo de oxígeno para alargarle la vida. Pero el anciano se fue en plena pandemia. Los que quedan en la zona resisten en un paraíso repleto de carencias imperdonables en el siglo XXI.
En Jáchal llovió el sábado, el domingo y el lunes. En la madrugada sabatina además cayó granizo, que “dejó inutilizados muchos techos” de los ranchos de La Ciénaga, “pero esa gente sigue habitando las casas porque no tiene dónde ir”.
Entre los techos afectados en esa tierra, bautizada por el ‘Chango Huaqueño’ como “ciudad de montañas”, está el de Ruperto Pérez. Ese hombre que, pese a su edad y sus dolencias físicas, no puede jubilarse porque tiene que criar vacas y gallinas. Y que, por la rotura del puente, tampoco sabe cómo hará para buscar el alimento para esos animales. Si ahora, camino a los 80, hasta maldice los días de lluvia.
Fuente: TLSol Diario
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