La vida y el destino llevaron al alemán oriundo de Hamburgo, Bernhard Imgraben, y a su esposa, Perla Lavin, nacida y criada en un pueblito de la provincia de Buenos Aires, por los caminos más inimaginados. Si su historia de amor fue particular, dadas las culturas diferentes, mucho más extraño fue haber apostado, años más tarde y luego de la crisis de 2001, a la pequeña localidad de Barreal, donde el cielo es inmenso, limpio y plagado de estrellas. Un pueblo con pocas luces, escaso viento y sin nubes casi 300 noches al año. En síntesis, un lugar con condiciones inmejorables para tocar las estrellas.